31 agosto, 2009

¿Valió la pena?


Comenzaba el séptimo grado; mi escuela por ser de deporte se trasladaba al campo siempre los primeros meses del curso escolar con el objetivo de no interrumpir los entrenamientos deportivos. Salí de la escuela primaria directamente para un campamento en el campo que tenia de todo menos limpieza, confort, o control.
Recuerdo la primera noche con los ojos cerrados –quizás por miedo-  pero despierta. Apenas 12 años y por primera vez alejada de mis padres. Solo una profesora estaba a cargo de alrededor de 50 niñas con diferentes patrones de conductas. En fin, una primera noche que nunca olvidare.
Cada año se sucedía lo mismo, en septiembre tomábamos nuestra “maleta de palo” y nos dirigíamos a la escuela al campo. Fue una etapa de mi vida – como la de muchos jóvenes de mi generación- donde aprendí a ser independiente, conocí el valor del trabajo “de sol a sol”, aprendí que no era un individuo sino parte de un colectivo, ademas – cosa que todavía no me perdono- aprendí a mentirle a mis padres.
Lo que en esos periodos tan cortos pero intensos experimentaba, no podían ser de ninguna manera del conocimiento de mis padres, que tanto se habían esforzado por darme la mejor educación posible. Recuerdo que fue allí donde primero pase la noche con amigos en el monte sin unos padres que lo prohibieran, allí me emborrache por primera vez siendo aun una niña en compañía de amigos y profesores, allí fue donde tuve mi primera menstruación – con todos los inconvenientes que esto conllevaba en un país que por los años 90 no lograba fabricar ni almohadillas sanitarias-, allí conocí mi primer amor, allí fue también donde -alejada de mis padres- me impusieron una conducta política que de estar en casa quizás no hubiera adoptado.
Todavía me pregunto si esta forma educativa alguna vez fue útil, me pregunto si alguna vez el estado recogió los frutos de nuestras mal sembradas cosechas, me pregunto si valió la pena tantos embarazos no deseados, tantas enfermedades contraídas, tantos accidentes evitables, tantas malas notas en la escuela, tanto sacrificio por parte nuestra y de nuestros padres, me pregunto si ese hombre nuevo que quisieron hacer de nosotros algún día vio la luz.
La respuesta creo que me la acaban de dar ahora mismo cuando leo que las escuelas en el campo han llegado a su fin.
Ciertamente para las familias cubanas esta división no solo significó separación, sino también perdida de valores y mucho sacrificio. Para el gobierno fue una manera de adoctrinarnos alejados de nuestros padres. Si esa fue la compensación que el estado cubano tenia calculado por tantas cosechas sin frutos, quizás les haya funcionado la fórmula.

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